miércoles, 19 de octubre de 2011

Paso6!


Comentario a los Jornaleros Indígenas Migrantes:

Miles que viven en la pobreza, abandonan sus casas para enrolarse como jornaleros y víctimas de la explotación; no tienen acceso a derechos básicos como educación, salud, vivienda y alimentación. Todos ellos, hombres, mujeres y niños que viajan desde sus localidades de origen a entidades del norte de la República Mexicana, para emplearse en las cosechas de distintos productos agrícolas.
Los miles de niños que trabajan en los campos agrícolas del país como jornaleros, a los que arriban con sus familias procedentes de las llamadas zonas de expulsión, están expuestos a pesticidas y abonos químicos aplicados a los cultivos, cuyos efectos pueden ocasionarles hasta la muerte.
Se levantan en la madrugada, como toda la familia, porque arrancan su labor a las 6 o 7. Se cubren la cabeza y la boca con trozos de tela, para protegerse del calor, del polvo, para evitar que los agroquímicos no los dañen; para las niñas el riesgo por estas sustancias es grave, pues a largo plazo, cuando lleguen a ser madres, el producto tiene la posibilidad de nacer con algún tipo de malformación genética, debido al contacto con los venenos de los plaguicidas. Incluso los niños podrían sufrir trastornos reproductivos, como esterilidad.
Recientemente, el Senado exhortó a la Sedeso y a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social a atender las causas que originan la migración indígena campesina, así como prohibir la explotación laboral infantil. 

Pero a pesar del marco legal, existe la explotación laboral de la niñez. Esta realidad sólo se hace visible cuando alguna niña o niño sufren las consecuencias del trabajo en su salud o cuando mueren.
Solamente después de un pesado día de trabajo recolectando, es cuando los niños pueden entrar a clases. Les gusta aprender y estudiar, pero sólo puede asistir a la escuela , de dos a tres horas en la tarde, después de trabajar en el campo agrícola en el norte de México, donde viven junto con su familia por más de la mitad del año.  Sin embargo, se pueden considerar a sí mismos como niños afortunados. De acuerdo a la Secretaría de Educación Pública (SEP), menos del 10% de los cerca de 300,000 “niños jornaleros” van a la escuela. Aunque parece increíble, son cifras realistas desafortunadamente.
Afortunadamente, hay buenas señales de que la atención pública que se le brinda al problema de los niños jornaleros en México, pueda conducir a una mejoría consistente de su situación. La CAADES por ejemplo, una asociación de productores agrícolas que trabaja en Sinaloa ha declarado su interés en lograr un estado libre de trabajo infantil.
Sin embargo, aún hay muchos productores que no quieren cooperar con estas instituciones para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores migrantes. Todavía falta mucho por hacer para que niños puedan recibir una educación de calidad en vez de estar recolectando chiles en la fría mañana.


Investigación sobre Jornaleros Indígenas Migrantes.

La historia de la Huasteca muestra continuos desplazamientos de población en el territorio, distintas corrientes migratorias, fundaciones y abandono de pueblos, aun antes de la llegada de los españoles. El arribo de los conquistadores tuvo dramáticos efectos en la densa población de la Huasteca, con reubicaciones y flujos migratorios por la desaparición de pueblos, el repartimiento en las haciendas, plantaciones, villas y ciudades, en forma temporal y permanente.
A principios de este siglo, la línea ferroviaria de San Luis Potosí a Tampico influyó en el proceso migratorio regional, aunado a la extracción de petróleo y la posterior ampliación de las vías de comunicación con el exterior. La dinámica demográfica se correlaciona con la particular forma de integración de la región en la economía nacional; con el crecimiento urbano, generado por la explotación del petróleo, que implicó la formación de nuevos centros de población y el incremento de población en los ya existentes; por la llegada de numerosos grupos nacionales y extranjeros que se ubicaron en la llamada faja de oro y en otros espacios. Este proceso llevó a la configuración de dos zonas de atracción industriales: la petrolera de Poza Rica y la industrial de Tampico-Puerto Madero, a las que presumiblemente han emigrado trabajadores indígenas.
La migración hacia los centros urbanos, con carácter permanente, se inició a principios de la década de 1960, con la salida de las primeras familias a Pachuca, San Luis Potosí, Poza Rica, Tampico, Altamira y Querétaro. Tradicionalmente no se había registrado un proceso de migración urbana notable y amplia; sin embargo, en los últimos dos decenios ésta ha cobrado, particularmente entre los nahuas, una nueva dimensión, tanto por la creciente cantidad de emigrantes, como por la extensión de su territorio, que hoy rebasa la propia región para comprender otros destinos, como el Distrito Federal, las capitales estatales y las ciudades importantes del Golfo y del sureste del país, en donde generalmente se emplean en oficios no calificados. En la Huasteca hidalguense, un punto de destino han sido también las minas de Pachuca.
Para la migración hacia las zonas urbanas, cuyos períodos de estancia son más largos o permanentes, se estructura una red de ayuda mutua y protección común, a partir de los primeros emigrantes, que van aglutinando a parientes, amigos o paisanos, conformando barrios y agrupaciones con una comunicación permanente, centros de reunión y convivencia, de intercambio de información y de ayuda, en los que operan bolsas de trabajo y acuerdos para mandar dinero a la casa, así como para definir tareas colectivas. Los emigrantes establecen una red de comunicación constante entre sí, con su comunidad y parentela.
En el caso de las mujeres, las alternativas de empleo en los lugares de destino son escasas, por lo que laboran de trabajadoras domésticas o de empleadas en pequeños comercios, zapaterías, fondas, papelerías y farmacias. Las mujeres emigran a edades muy tempranas, desde los 12 años, con un fuerte incremento entre los 15 y 29 años. En el caso de los hombres, también se inicia la emigración a edades tempranas (13 a 14 años) y se prolonga hasta más de 40 años. Son personas que no se beneficiaron de manera directa del reparto agrario y que dependen para su subsistencia del trabajo asalariado.
Un segundo tipo de migración es la intrarregional, de carácter cíclico y temporal, ligada a los trabajos para la cría de ganado y a las tareas agrícolas de las plantaciones comerciales. La demanda de mano de obra, que se ha mantenido a pesar del reparto agrario, tiene que ver con cierta especialización adquirida por los indígenas en algunas tareas, como es el caso de su destreza en la limpieza de potreros, en el corte de naranja y en el de la caña de azúcar para los ingenios y en la cosecha de hortalizas, en especial en el sur de Tamaulipas. Esta migración se da en función de las labores agrícolas ligadas a determinados cultivos, siguiendo los jornaleros un itinerario anual bien definido, que se establece de manera diferente según la calificación de los trabajadores.
La gran mayoría sale a trabajar en los períodos en que quedan libres en sus propias parcelas y regresan cuando se inician las labores o cuando hay fiestas importantes. Es decir, se rigen por el calendario agrícola-ceremonial. El acceso a los recursos es decisivo para elegir un determinado tipo de trabajo migratorio: según se trata de complementar el ingreso, de conseguir dinero para cultivar la milpa o de una solución permanente cuando no se tiene tierra (el caso de los hijos de ejidatarios que no disponen de parcela). Así, la duración de las salidas es variada y acorde al calendario agrícola de los interesados.
En general, predomina un patrón de migración colectiva que en el plano intrarregional se estructura con base en cuadrillas, donde hay un jefe responsable, encargado de "enganchar" a personas de la misma localidad. Los acuerdos se establecen a partir del calendario referido y con conocimiento de la autoridad comunitaria, quien en ocasiones autoriza la salida de los emigrantes. Los mismos patrones se ajustan al calendario agrícola de las comunidades con las que guardan una relación de trabajo y la costumbre es que los períodos de trabajo sean de 12 días, a fin de permitir que los jornaleros regresen a la comunidad para cumplir con su faena, que comúnmente es cada 15 días.
Se da también un tipo de movilidad regional cotidiana, que consiste en el desplazamiento a las ciudades de los alrededores, en las que los indígenas se emplean en oficios no calificados: la albañilería, la carpintería, el pequeño o minúsculo comercio, las actividades musicales y diversos servicios.
Entre las causas más comunes que se señalan para el incremento de la migración en la Huasteca están: la desigualdad en la distribución de la riqueza, el acaparamiento de la tierra, el crecimiento de la población y la presión que ejercen sobre la tierra disponible, la necesidad de contar con dinero en efectivo, la falta de empleo en las comunidades de origen y la violencia desatada como reflejo de las luchas agrarias. En relación con la producción agrícola se suma el impacto alto de los siniestros que en los últimos 15 años ha sufrido la región por heladas, inundaciones y plagas, aunadas a la baja de los precios en los productos comerciales, como el café, los cítricos y la caña de azúcar.
Finalmente, puede señalarse que existe un cierto patrón migratorio entre los grupos étnicos. Los teenek tiene una cobertura migratoria que se conserva en lo sustancial dentro del ámbito intrarregional, que podría explicarse por la existencia de una fuerte liga con la comunidad y el apego a las formas de vida propias de su cultura, que han constituido un freno para la migración definitiva a la ciudad, así como el deficiente uso del idioma español y la carencia de capacitación para ciertos trabajos, que se convierten en obstáculos para la integración al mercado laboral urbano. Por su parte, los nahuas constituyen la mayoría de los procesos de migración externa.
En cualquier tipo de migración se mantienen en general fuertes vínculos con la comunidad de origen. Pueden cuestionarse o desestructurarse aspectos como la indumentaria, la lengua, las costumbres y las tradiciones; sin embargo, existe un reforzamiento de la tradición a través de la aportación de recursos provenientes de los emigrantes para la celebración de las fiestas, a las que asisten mediante la participación en danzas, cultos y rituales, o reemplazando con dinero el cumplimiento de cargos, o, incluso, reforzando los lazos de identidad fuera de la localidad, en los lugares a donde emigran.
Programa de Albergues Escolares Indígenas
La Ley de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, establece como su objeto el desarrollo integral de los pueblos y comunidades indígenas. Uno de sus retos es coadyuvar en la disminución de los rezagos que experimenta la población indígena en lo que se refiere a educación, salud y alimentación, factores que se relacionan y que aunados a la marginación dan forma a un círculo de deterioro social que tiende a repetirse generación tras generación.
La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) a través del programa Albergues Escolares se propone potenciar los recursos existentes para dar respuesta a las demandas de la población indígena relacionadas al acceso a los diferentes niveles educativos, fortalecer la interculturalidad y establecer estrategias paralelas para disminuir los riesgos a la salud y contribuir en la mejora del estado nutricional de niños y niñas indígenas.
Antecedentes
En la década de los sesenta se establecieron los primeros albergues escolares indígenas; el Programa se planteó como un servicio que el Estado Mexicano brindaba a la población infantil indígena ubicada en regiones dispersas en cuyas comunidades no contaban con servicios educativos, para facilitar su ingreso a la educación primaria. La Secretaría de Educación Pública (SEP) a través de la Dirección General de Educación Indígena (DGEI) y la CDI, han participado coordinadamente en la operación del Programa Albergues Escolares Indígenas.
Hoy en día, la CDI opera albergues escolares indígenas en 21 entidades federativas que proporcionan servicios de hospedaje y alimentación y constituyen espacios para facilitar el acceso a la salud, el fortalecimiento de la identidad cultural y el fomento a actividades de recreación y esparcimiento. Dichas actividades están orientadas a constituir el albergue como el medio más cercano y accesible que contribuya a que los niños, niñas y jóvenes indígenas inicien y concluyan su educación básica y media superior. Es importante señalar que los principios que caracterizan la operación de los albergues escolares son la interculturalidad, la equidad, la sustentabilidad y los derechos humanos.
Los Centros Coordinadores para el Desarrollo Indígena (CCDI´s) son los responsables directos de la operación de los albergues de acuerdo a su cobertura geográfica, mediante la supervisión y coordinación de acciones instrumentadas en favor de los beneficiarios; con la participación de los comités de apoyo integrados por padres de familia de los beneficiados. A su vez, las Delegaciones Estatales de la CDI, en coordinación con Oficinas Centrales, realizan funciones de: planeación, programación y gestión de recursos, así como la supervisión de los servicios que se otorgan.
Por otra parte, los actores principales que hacen posible la actividad cotidiana en los albergues escolares son en primer lugar, el jefe del albergue y las economas, quienes se encargan de planificar y organizar todas las actividades del albergue entre las que es primordial, la alimentación, suelen fungir como padres y madres de los beneficiarios, ya que les brindan orientación y consejos en los cambios que experimentan en su crecimiento y desarrollo.
Con el programa Albergues Escolares Indígenas (PAEI) se propicia la participación y corresponsabilidad de los padres de familia y de las autoridades locales en la planeación y el desarrollo de las actividades, el comité de apoyo de padres de familia, realiza funciones de contraloría social y asume diversos trabajos en beneficio del albergue , los beneficiarios, bajo un esquema de auto organización se responsabilizan de los quehaceres de higiene y limpieza cotidiana de todas las instalaciones del albergue.
Para el logro de sus objetivos y para otorgar un buen servicio a los beneficiarios, el PAEI, destina recursos para realizar acciones de mantenimiento correctivo, rehabilitación y equipamiento de las instalaciones, así mismo, a través del proyecto mejoramiento de la alimentación y nutrición brinda orientación alimentaria y nutricional para cumplir el objetivo de proporcionar una alimentación equilibrada a los beneficiarios.
Como estrategia para promover el consumo de una alimentación adecuada en calidad y cantidad entre los beneficiarios pero también para apoyar a las ecónomas en la planificación de la alimentación desde la selección y compra de alimentos, sus condiciones de almacenamiento, las formas de preparación y distribución a los beneficiarios según sus necesidades nutrimentales, se diseñaron y distribuyeron los materiales didácticos que a continuación se relacionan: La Guía del buen comer en los albergues escolares indígenas, Carteles con el plato del buen comer y una serie de 5 videos que abordan aspectos para el manejo del servicio de alimentación.
Comentario sobre las diferencias de forma de la vida de los niños indígenas y la de los alumnos, a partir de las fotografías:
Hemos decidido que las principales diferencias entre los niños indígenas y la nuestra, dando vivencia a nuestra infancia; son:
v  Trabajo: Los niños indígenas empiezan a laborar desde edad temprana, sin distinción de sexo o capacidad física, la jornada es ardua, en condiciones indecorosas y de igual entre edades; nosotros no trabajamos hasta que tenemos la necesidad de hacerlo, o por mero capricho para tener ingreso propio, además de esto, buscamos u trabajo fácil, donde el dinero fluya regularmente, y el horario flexible.
v  Escuela: Los niños jornaleros en su totalidad no asisten a la escuela, debido a su extenso horario no tienen tiempo de completar la jornada, o su estado físico se los impide, ocasionalmente existen albergues educativos que ayudan a los niños a terminar sus estudios, pero debido a su corta estancia en un solo lugar, no pueden finalizar; nosotros tenemos el privilegio de estudiar todas las etapas de la educación, desde el preescolar hasta la educación superior, tenemos horarios flexibles y casi todos los recursos para llevarlo a cabo.

   v Vivienda: Los niños indígenas jornaleros viven en hacinamientos compactos, donde toda su familia reside, en ocasiones comparten la vivienda con otras familias para economizar el coste de renta, en su traslado a otras comunidades para laborar deben buscar donde vivir, así que no tienen un lugar determinado para llamar hogar; nosotros vivimos con nuestros padres desde pequeños, no nos preocupamos por el pago de la vivienda, tenemos los servicios necesarios para subsistir los 3 o 4 integrantes de la familia, y solo en ocasiones especiales tenemos que cambiar de casa.

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